Confiar y enviar pastores laicos voluntarios a hacer misión

¡Tocó fondo! La iglesia Perry había tocado fondo y parecía no haber dónde ir. La Asociación de Florida pensó mucho y llegó a la conclusión de que lo mejor para la iglesia sería cerrar y que los pocos miembros que asistían a la iglesia en Perry viajaran una hora hasta una de las iglesias hermanas. La iglesia Perry era un pequeño edificio de ladrillos de unos 60 años de antigüedad, ubicado a solo unos metros de las vías del tren. El tren pasaba cada sábado de mañana en el horario del servicio de adoración y había vibrar todo el edificio. El pitido del silbado era tan ruidoso que los oradores tenían que dejar de hablar o intentar gritar por sobre el ruido del tren. La iglesia necesitaba muchas reparaciones; solo había unos 10 bancos pequeños que permitían que 30 o 40 personas estuvieran sentadas con comodidad.

Sin embargo, la ubicación y la condición del edificio no eran la razón principal por la que la iglesia había llegado a ese punto de no retorno. Las fisuras en los cimientos del edificio no eran nada comparadas con las fisuras en el cimiento de las personas; no todas, solo algunas… pero eso es todo lo que hace falta en una pequeña iglesia en una pequeña ciudad. Eso es todo lo que hace falta en cualquier iglesia, en cualquier ciudad. En la comunidad, la iglesia tenía la reputación de ser farisaica; eran conocidos como los adoradores del sábado; adoradores de un día, no adoradores del Señor; conocidos como el pueblo que no come cerdo ni sale de fiesta los viernes de noche y, tristemente, hasta conocidos por su racismo. Nuevamente, como recordatorio, no todos los miembros eran así; pero solo un puñado de miembros con un corazón criticón, farisaico y racista es todo lo que hace falta para matar a la iglesia.

Con mi esposo, Brian, y nuestros dos hijos varones nos mudamos a Perry, Florida desde Michigan. Siendo personas “de afuera”, que no habíamos crecido en la iglesia de Perry, podemos contar que, desafortunadamente, la percepción que la comunidad tenía de la iglesia era cierta. Por más que la iglesia completa desapareciera, se fuera o experimentara una transformación completa, la comunidad siempre relacionaría ese edificio con la gente del pasado. Observamos a esta pequeña iglesia pasar por muchos altibajos, luchando por sobrevivir. Observamos a buenos pastores llegar e irse, sin permanecer nunca más de lo estrictamente necesario.

A lo largo de esos años y de esas luchas, yo trabajé con los jóvenes, tratando de mantenerlos animados e involucrados con la iglesia y la comunidad; tratando de brindar un ambiente seguro para que crezcan y sean ellos mismos. Anhelaba que nuestra iglesia fuera un lugar de amor incondicional; pero no lo era. Había llegado el momento… otro buen pastor y se familia se habían ido; los buenos siempre lo hacen. Esta vez, cuando nos visitaron los líderes de la asociación no era para asignarnos un nuevo pastor. Nos dijeron que no calificábamos para un nuevo pastor, y que los ancianos de iglesia podían predicar hasta que nos encontraran un pastor laico voluntario.

Luego de algunos meses encontraron a alguien dispuesto a manejar una hora y media para venir a predicar el sábado por la mañana. Las cosas parecían ir bien… hasta que ocurrió lo impensable: él falleció inesperadamente por causa de un aneurisma. Y aquí estábamos de nuevo, solo un puñado de asistentes luchando sin un pastor.

Tuvimos otra visita de los líderes de la asociación. Esta vez venían con la recomendación de que cerrar la iglesia era nuestra mejor opción, porque no había pastores laicos voluntarios que vivieran a una distancia razonable, y no podíamos tener un pastor pago de tiempo completo ni de medio tiempo. Decidieron darnos una oportunidad más, y enviaron al pastor Bob Bogus a nuestra iglesia para que evaluara la situación y encontrara alguna posible solución. Luego de varias reuniones y mucha oración, el pastor Bogus me pidió que yo me convirtiera en pastor laico voluntario. ¡Yo pensé que estaba loco! No encajaba en esa imagen, y soy mujer. Ya son dos puntos en mi contra. Su respuesta fue que había orado al respecto y que el Espíritu Santo le había dicho que me lo propusiera. Me pidió que diera un salto de fe y confiara en que el Espíritu Santo guiaría todo. Luego de mucha oración ferviente, acepte con recelo y un poco de temor.

Me inscribí en el programa para pastores laicos voluntarios y comencé la aventura de guiar a la iglesia. Esto no alegró a algunos de los miembros, y la iglesia en declive con un promedio de 8 o 10 miembros pasó a tener menos todavía, ya que algunos creían que si eres voluntario, no eres un pastor real, y si eres mujer, peor aún. ¡Una mujer voluntaria guiando a la iglesia es una blasfemia!

Que las personas se vayan de la iglesia no siempre es algo malo. Algunas personas necesitan salir del camino para que el Espíritu Santo pueda tomar el control. Además, pensé: ¿qué tenemos para perder? Ya estamos tocando fondo. Este es momento de nadar o nadar; si nos hundimos, que sea luchando. Sin embargo, esta vez estaba decidida a que la pelea no sería con disputas entre los miembros, como de costumbre. Esta vez la batalla le pertenecía al Señor.

Comenzamos a orar y a buscar la presencia de Dios; a pedirle que transformara nuestros corazones, cambiara nuestras actitudes y nos perdonara por fallarle, por fallar en nuestra misión, y por fallarnos unos a otros. También oramos pidiéndole a Dios que nos ayudara a convertirnos en la iglesia que nos había llamado a ser. Veras, no tiene sentido alguno intentar evangelizar y traer personas a un campamento de soldados infectados… infectados con egoísmo, con indiferencia, con racismo, odio, orgullo y demás, ya que la infección simplemente se esparcirá por el campamento.

Luego de meses de orar juntos y de acercarnos unos a otros y al Señor, comenzamos a desarrollar un amor genuino unos por otros. No ese tipo de amor falso que dice: “Te amo a ti pero no a tu pecado, porque soy cristiano y tengo que amarte”. Un amor genuino, del tipo de amor de Juan 15:13. “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos”. Ahora estábamos listos para alcanzar a la comunidad, y ofrecerles amor y a Jesús.

La iglesia no había tenido éxito en campañas de evangelismo en el pasado, pero decidimos intentarlo una vez más. Esta vez con una actitud totalmente nueva. Ahora buscábamos llegar a almas para el cielo, no para agregar números a la iglesia. Nos motivaba el amor, y no la religión.

Cuando el evangelista y su esposa llegaron, miraron el lugar y aprendieron un poco sobre la historia de nuestra iglesia, sugirieron que no nos reuniéramos en la iglesia, así que realizamos las reuniones en una casa vieja que le pertenecía a la iglesia y que se usaba actualmente para actividades de los jóvenes y eventos los sábados de noche. ¡Eso era! Una oportunidad perfecta para continuar rompiendo las cadenas que nos impedían avanzar. Sabía que necesitábamos dejar atrás ese antiguo edificio de ladrillos y su reputación, así que los pocos que quedábamos acordamos que era hora de poner en venta ese edificio y continuar los servicios de adoración en la casa, con el plan de un día construir una iglesia. Al comienzo del ciclo de reuniones teníamos un promedio de 8 a 10 miembros asistiendo. Al final de las reuniones ocho personas se habían bautizado y cuatro se unieron por profesión de fe. Eso puede sonar como un número pequeño, pero era el doble de los que éramos al comienzo, y vendrían más.

Vendimos ese edificio al lado de las vías y comenzamos a recaudar fondos para una nueva iglesia, mientras hacíamos lo que podíamos para simplemente amar a las personas y mostrarles a Jesús. Algunas de las formas prácticas en las que amamos a las personas fue simplemente supliendo sus necesidades. A las madres solas o a familias con dificultades económicas les ofrecimos niñeras gratuitas, pañales, comida, útiles escolares y fiestas de cumpleaños. Llevamos a los adolescentes a conciertos cristianos, a que elijan la ropa que querían que les compráramos para ir a la escuela; organizamos noches de películas, de bowling, reuniones campestres y ¿mencioné que los amamos? Brindamos consejería matrimonial gratuita para parejas. Llevamos a los ancianos a hacer las compras, o las hicimos por ellos si no se sentían bien. Tuvimos noches de karaoke, de juegos, actividades, fogatas y parrilladas. Los sábados de noche de música y comida eran un favorito de jóvenes y no tan jóvenes.

Todos estaban invitados y alentados a participar en el servicio de adoración de las tardes, de la forma en que se sintieran llamados a hacerlo: miembros y no miembros cantando, tocando instrumentos, haciendo representaciones, recitando poemas o comedia. Desde que los niños aprendían a caminar y hablar eran alentados a participar, en preparación a llegar a ser nuestros líderes.

Hoy nuestra iglesia es un lugar donde las personas se unen. Las salas una vez estuvieron separadas por generaciones que solo esperaban que terminara el servicio. Hoy los miembros y las visitas de todas las edades disfrutan de la adoración y la interacción juntos, y todos vuelven a la tarde. Nuestra iglesia es un lugar que acepta, ama y anima a quienes una vez fueron condenados por lo que vestían a que participen en la adoración así como están, ya sea con jeans y remera como con traje y corbata. Jesús no murió por el traje y la corbata.

Vendimos aquel viejo edificio, dejamos atrás aquella vieja reputación y, con mucho trabajo, recaudación, donaciones, sangre, sudor y lágrimas, y la ayuda de voluntarios de Maranatha y de otras iglesias hermanas, construimos una nueva iglesia. Luego de plantar esta nueva iglesia, más de 30 personas han sido bautizadas o ha vuelto a consagrar su vida a Jesús. Y esto es solo el comienzo.

 

Patty Crouch ha estado en el ministerio de jóvenes durante más de quince años. Mientras se desempeñaba como directora de jóvenes en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Perry en Florida, también se desempeñó como Pastora laica voluntaria y plantó una segunda iglesia. Durante su ministerio en la Iglesia de Perry, el grupo de jóvenes creció de una asistencia promedio de entre ocho y diez a entre treinta y cuarenta con treinta a cincuenta o más asistentes a las actividades del sábado por la noche.

 

Este artículo es un extracto del libro que está recientemente disponible, llamado: Multiplica. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana para todos los pastores y pastores laicos voluntarios. Para obtener el libro sin costo alguno, contacte al director ministerial, o a la secretaria de su conferencia local.

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