Involucrar a todos los miembros por medio de un ministerio de compasión

El pastor Lovejoy realmente disfruta de su ministerio pastoral. Es el pastor de un distrito con varias iglesias en un área rural. Las iglesias tienen pocos miembros, y el pastor se mantiene ocupado con muchas tareas, con el fin de que las iglesias funcionen de la manera más aceitada posible. No solo realiza las tareas comunes de un pastor, como visitar personas, dar estudios bíblicos y predicar, sino que también redacta el boletín, organiza los almuerzos a la canasta, y hasta corta el césped del terreno de la iglesia, siempre de buena gana. Los miembros son amables y lo elogian por lo mucho que trabaja. Estos cumplidos surten efecto y mantienen al pastor Lovejoy enfocado en cumplir con sus responsabilidades por un largo periodo de tiempo.

¿Has vivido una situación así? Puede que esté un poco exagerada, pero quizá te sientes identificado. A menudo se trata a los pastores con mucho respeto simplemente por la posición en la que están. Luego de cierto tiempo, cuando empezamos a hacernos cargo de más y más responsabilidades, nos sentimos un “súperpastor”, y nada puede ralentizarnos ni obstaculizar nuestros esfuerzos. Es cierto que en distritos pastorales más pequeños el pastor necesita ser bastante versátil y flexible, y estar listo para servir en cualquier momento; pero ¿a esto nos ha llamado Dios? ¿Somos nosotros, los líderes, que tenemos que “hacer” el ministerio de la iglesia?

Yo recuerdo experimentar un poco el síndrome del “súperpastor”. Es fácil caer en esta trampa. Impulsado por las afirmaciones positivas del rebaño, buscamos contentar a la gente, trabajar más duro y agregar aún más actividades a nuestro plato de responsabilidades, que ya está rebosando. Sin embargo, me gustaría preguntar: ¿Es posible que hayamos caído en malos hábitos? ¿Es esto a lo que nos ha llamado Dios a hacer como líderes?

Es posible que obtengamos nuestro sentido de valor por cuán ocupados estemos, y eso puede convertirse en una medalla de honor. Llegamos a ser grandes actores. Queremos que nos quieran, y buscamos afirmación y validación por medio de nuestra asombrosa ética laboral. Con el tiempo, podríamos llegar a tener la peligrosa creencia de que si somos lo suficientemente talentosos, y lo suficientemente inteligente… la membresía pensará que somos grandes líderes. La innegable verdad es que hemos sido llamados a no hacer todo el trabajo de la iglesia, sino sí a entrenar y equipar a los santos. Como nos instruye Pablo: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, 12 a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Efe. 4:11, 12, NVI). La obra del ministerio es demasiada solo para el pastor. ¿Cómo se realizaba la obra de la iglesia en el siglo I? Todo miembro, involucrado.

Una fuerte visión de servicio

La pregunta por 64 millones de dólares es: ¿Cómo podemos tener a todos los miembros involucrados y llegar a la comunidad? ¿Cómo podemos hacer que la mayor cantidad de personas posible esté involucrada en el ministerio? No creo tener todas las respuestas, pero sí creo que hay una clave muy fuerte para esto. Creo que es importante mantener una VISIÓN fuerte ante la gente. Probablemente lo hayas escuchado muchas veces ya (porque es cierto): “Todo está determinado por el liderazgo”. Es muy importante que guiemos a nuestra gente con visión y con un objetivo común. La gente quiere que la guíen. Es realmente asombroso ver la inspiración que pueden recibir las personas cuando se las desafía a una misión con visión. Cuando una congregación cree en la visión de la iglesia que aprobó la junta, van a suceder cosas. Habrá éxito cuando los miembros y los líderes de la iglesia estén avanzando por la “autopista del ministerio” en la misma dirección. Cuando las cuatro cubiertas están rodando, hay buena alineación, y se progresará. Llegaremos al destino mucho antes. Esta es una de las claves para buscar que toda la iglesia esté involucrada. Si todos están convencidos sobre la dirección en la que la iglesia ha decidido avanzar, ¡es muy divertido y emocionante estar involucrado en el proceso! Las personas se enfocan tanto en la misión que no hay tiempo para discutir sobre nimiedades ni de distraerse con asuntos eclesiales internos. Si como líderes mantenemos siempre la misión frente a las personas, y señalamos regularmente el evangelismo, el servicio comunitario y el hacer una diferencia en nuestro mundo (haciendo las cosas que Jesús haría si estuviera físicamente en la Tierra hoy), es increíble cómo las distracciones desaparecen. Realmente creo que, sin una visión, una misión y un propósito específicos, es mucho más difícil involucrar a las personas.

 

Michael Dauncey ha sido el coordinador principal de actividades únicas de alcance comunitario, como Reparación extrema del hogar, Club de desayuno, Cambio de aceite para madres solteras y Autos para mamás durante los últimos diez años. Le apasiona combinar las oportunidades del ministerio con los dones espirituales de las personas y brindarles oportunidades para que se vuelvan activos en el ministerio.

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