¿Necesitamos Tener Metas en el Ministerio?

“En nuestra Conferencia, si no alcanzábamos la meta del bautismo, nos amenazaban con nuestros trabajos.” Por eso cuando nos preguntaban que pusiéramos una meta para los bautismos, siempre poníamos una baja, para que fuera fácil de alcanzar. Una vez que alcanzábamos la meta, dejábamos de informar y guardábamos el resto para el informe del año siguiente.” “Uno de mis colegas iba al cementerio y buscaba nombres en las tumbas de los muertos para reportarlos como bautizados.” “Uno de los pastores bautizaba a su suegra cada vez que volvía a su casa durante las vacaciones”.
Estas son historias de horror contadas en los círculos pastorales adventistas, y todas tienen que ver con las metas y el miedo con el que ministran muchos pastores. Por supuesto, ninguno de estos casos sucedió en Norteamérica. Estas historias me repugnan, y me siento muy mal al saber que muchos de mis colegas sufrieron, y algunos todavía sufren este tipo de abuso por parte de algunos líderes de la iglesia. Creo que esto es una locura que lastima nuestro movimiento misional.

Es interesante notar que aquí en Norteamérica también han sucedido cosas similares, quizás no de manera tan extrema, lo que resulta en pastores que, resentidos por la forma en que las metas han sido utilizadas de manera arbitraria en el pasado, ahora se resisten a la idea de establecer metas que puedan ser medidas por números. Esto también ha resultado en miembros de iglesia que nunca han experimentado el gozo de traer a un amigo o un familiar a Jesús a través del bautismo, iglesias que no han bautizado y discipulado a una persona en años, y pastores frustrados que sienten que es casi imposible bautizar y hacer discípulos en nuestro contexto norteamericano.


A veces me da la impresión de que hablar de números en algunas partes de nuestra división es casi anatema, como si cada uno de esos números no representara a una persona que ha sido salva, a un miembro que se ha convertido en discípulo, o una nueva congregación que ha sido plantada. He escuchado a algunos hablar en contra de los bautismos y a favor del discipulado, como si hubiera antagonismo entre los dos, quizás sin darse cuenta de que para hacer discípulos hay un proceso que incluye "bautizarlos en el nombre del Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado" (Mateo 28: 19-20 NVI). Es muy interesante que Jesús lo dijo en ese orden y no al revés. No hay discipulado sin la aceptación pública de Jesús como Salvador personal, así como no hay crecimiento sin nacimiento.

Personalmente, creo que la imposición de metas y el uso de amenazas y tácticas de miedo es una locura que hay que rechazar; así como también es una locura, una locura devastadora, que las iglesias, las organizaciones religiosas y los líderes misioneros dejen pasar los años sin establecer metas por las cuales orar y trabajar. Esta forma de pensar, si no se corrige pronto, puede llevar a muchas de nuestras iglesias al cementerio.

¿Por qué es necesario establecer metas? 

Una meta es un resultado deseado, establecido por una persona u organización, que se debe alcanzar en un tiempo definido. Algunas metas son anuales, otras quinquenales, y el logro de algunas pueden llevarse toda la vida. Sin embargo, lo importante es que los tengamos, oremos por ellos, planeemos alcanzarlos y trabajemos de manera inteligente y ardua para lograrlos. Es esencial establecer metas porque:

1.     Nos ayudan a mantenernos enfocados en nuestras prioridades - Una meta que se mantiene ante el liderazgo y los miembros de la iglesia u organización, puede ayudar a mantener un sentido de dirección, y evitar que el equipo se distraiga con cosas y asuntos que no contribuyen al logro de la meta. Una pregunta importante que cada iglesia debe hacerse al establecer objetivos es: "¿Por qué existe esta iglesia?" Los objetivos establecidos deben estar directamente relacionados con la respuesta a esa pregunta.

2.     Nos ayudan a maximizar nuestro tiempo y recursos. La asignación de recursos se vuelve más clara cuando hay metas definidas y medibles - Esto ayuda a la iglesia a saber dónde invertir tiempo y recursos. Hay iglesias y organizaciones que sufren porque no tienen metas claras. No saber lo que quieren hacer da como resultado la inversión de tiempo valioso, y de sus mejores recursos humanos y financieros en cosas que quizás no sean de prioridad. Esto puede causar confusión, agotamiento, un sentimiento de derrota, frustración, y que los miembros abandonen la iglesia. 

3.     Nos ayudan a medir el progreso - He escuchado a algunas personas decir: "Si valoras algo, lo medirás". Si no medimos el progreso de nuestro trabajo en relación con nuestras metas, nunca sabremos cuán efectivos somos. Cuando no hay metas de crecimiento, los líderes y miembros de la iglesia u organización nunca sabrán la situación exacta en la que se encuentran; si están creciendo, estancados o muriendo. 
La evaluación de progreso puede motivar al equipo a identificar lo que no está funcionando, y corregir las áreas donde se necesita mejorar para avanzar y cumplir con las metas y objetivos.

4.     Nos motiva y nos mantiene unidos - Aunque la motivación para ayudar a salvar a otros siempre debe estar presente, hay momentos en que, como líderes y miembros de una comunidad de fe, olvidamos la razón misional por la que Jesús instituyó la iglesia. El repasar la gran comisión y establecer metas que nos ayuden a llegar a nuestras comunidades con acciones, y un mensaje transformador, puede ser muy reconfortante y motivador. Al mismo tiempo, el deseo de trabajar juntos para lograr una gran meta puede impulsar y unir a una iglesia de manera extraordinaria. 
Para que esto suceda, la visión debe ser compartida, y las metas deben establecerse en consenso, no por imposición o miedo; nuestra iglesia en Norteamérica no funciona así. Los objetivos deben ser individuales antes que colectivos.

Mi querido colega en el ministerio, ¿dónde quieres ver tu iglesia o distrito el próximo año, o en los próximos cinco años? ¿Qué puedes hacer para para lograrlo? No esperes a que alguien venga y establezca una meta para tu iglesia o distrito. Reúnete con los líderes, miembros de la iglesia y trabaja en un plan con ellos, concordando en las prioridades y metas para este año, el próximo, y para el futuro. Tu iglesia apreciará el proceso, viendo la diferencia, y tu ministerio, con la bendición de Dios, tendrá mayores probabilidades de experimentar el crecimiento.

¿Qué pasaría?

¿Qué pasaría en Norteamérica si cada pastor adventista se reuniera con toda su congregación o distrito y establecieran metas y objetivos juntos para el año y el quinquenio? 
Si juntos tomáramos las siguientes decisiones: “Durante el 2021 nos gustaría bautizar a ___ niños, amigos y familiares; hacer ___ discípulos, equipar a ___ líderes y establecer ___ grupos pequeños en nuestra iglesia. 

¿Qué sucedería si cada iglesia en Norteamérica con más de 150-200 miembros estuvieran de acuerdo; pastor, congregación y líderes de la conferencia, ¿para plantar una iglesia durante el 2021 y más iglesias durante el quinquenio? ¿Qué pasaría si todos, como líderes de iglesia, oráramos y le pidiéramos a Dios que nos dé grandes cosas para hacer por él y por su iglesia en nuestras comunidades? ¿Qué sería de nuestras iglesias si, en lugar de pequeñas metas, fijáramos grandes metas que solo son posibles con la intervención milagrosa del Espíritu Santo y el arduo trabajo unido de los pastores, líderes, y miembros de la iglesia? ¿Qué pasaría?

Pero estas cosas nunca sucederán a menos que alguien las sueñe, las comparta, las proclame, y con una iglesia unida, trabaje duro para implementarlas bajo la bendición de Dios.

 

El Pastor José Cortés Jr. es director asociado de la Asociación Ministerial, y dirige Evangelismo, Plantación de Iglesias y Misión Adventista/Global en la División Norteamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

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