Hospitalidad radical: abrir las puertas a los musulmanes en el nombre de Dios

“Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mat. 8:11, NVI).

“Mirando el futuro, Jesús vio el día en que los hijos de Ismael desde el oriente, y los hijos de Isaac desde el occidente se reunirían en la mesa en un tipo de reunión familiar anticipada. Si este es el futuro que nos toca vivir”, dije”, ¿por qué no poner en práctica una hospitalidad así de radical aquí en los Estados Unidos?” Hice una pausa preguntándome qué sucedería. Estaba enseñando una clase a un grupo de personas de la iglesia, y el tema era la misión intercultural en Atlanta.

En la tercera fila vi a un hombre de edad media visiblemente irritado. Yo había tocado un tema sensible, y él pronto replicó: “He servido en Irak. Conozco a esas personas. No podremos tener seguridad mientras ellos estén caminando con libertad por nuestras calles; no los queremos aquí. ¿Y tú quieres que los invita a mi hogar?” Sin pensarlo, dije: “Sí, pero no es mi idea. ¡Es la idea de Dios!” Él dijo que amemos al enemigo y no hay mejor lugar que en la mesa. Entonces leí Mateo 8:11 en voz alta.

A algunos mi respuesta les pareció divertida. A John, no. Entonces recordé lo que Warith, un refugiado de Irak, había dicho unas semanas antes: “Nosotros, los musulmanes árabes, somos algo así como una prueba de fuego entre los cristianos en occidente. La manera en que la iglesia responda nos dirá si el temor o el amor de Jesús prevalece”. 

Tres meses después, John llamó. Yo me había olvidado de esta conversación, pero él no. Esa noche se fue a su casa y luchó con Dios. En la presencia de Dios, pudo admitir que había estado enojado de que los musulmanes estuvieran “tomando el control”, y que había creado una muralla. Le pidió perdón a Dios, y el valor de ofrecer una hospitalidad radical. Unos días después una familia pakistaní rodeaba su mesa; una familia conmovida porque habían estado por años en los Estados Unidos, y nadie se había acercado a ellos. John encontró un hermano en quien solía ser “el otro”, y se sintió libre para amar de maneras que nunca había pensado posibles.

Le pregunté a un grupo de ocho refugiados iraquíes: “Si tuvieras la oportunidad de hablarle a los cristianos, ¿qué te gustaría que supieran?” “Que nos sentimos muy solos”, dijo uno. “Que nos gustaría más que las personas vinieran a vernos a nosotros, antes que miraran sus sofás”, agregó otro. “Que somos humanos, que perdimos nuestros hogares y que queremos hacer de Norteamérica nuestro hogar, pero no podemos si no somos aceptados; que cuando podemos abrirles las puertas a alguien nos sentimos vivos; que tenemos raíces de nuevo, así que queremos que sean nuestros huéspedes…”

La hospitalidad como un acto de acogida crea espacios en los que las Buenas Nuevas del Reino pueden florecer. Ross (2008) explica: “El tema del banquete, de la comida y la bebida, es central en el ministerio de Jesús. ¿No lo acusaron de ser glotón y borracho y de comer con pecadores (Mat. 11:19)? Jesús estaba celebrando el banquete mesiánico, ¡pero con todas las personas erróneas!” Y comer, beber, reír, crecer… todos llegaron a ser actos de adoración cuando se hicieron en el nombre de Dios. Zaqueo encontró el camino a Dios ante una mesa; María, quien probablemente no sería aceptada en el ámbito público considerado masculino, creció como discípula en la seguridad de su hogar.

La palabra griega para “hospitalidad” es philoxenia (philos: amar; y xenia: desconocidos= o “amar a desconocidos”. Esta es una forma de reconciliación que sobrepasa el entretenimiento. Entonces, ¿cómo sería amar al desconocido? ¿Qué cambios podría generar la hospitalidad radical?

La hospitalidad como un modelo para la interacción interconfesional

Veli-Matti Kärkkäinen respondió a la pregunta “¿Qué hace que la iglesia sea la iglesia?” diciendo: “Una comunidad enviada a demostrar la hospitalidad de Dios”. La hospitalidad es un medio poderoso para transformar relaciones porque reconfigura los límites aceptados entre quiénes somos nosotros y quiénes sean ellos. También es una metáfora bíblica poderosa para la salvación (Mat. 25; Apoc. 3:20), y tiene el potencial de sanar al afirmar la dignidad del sufriente, agrandar el corazón del anfitrión, y hacer que el amor de Dios se convierta en el vínculo entre ellos.

Hasta ahora, nuestra principal manera de acercarnos a los musulmanes ha sido por medio de diálogo interconfesional en el que cada parte busca afirmar sus verdades (la Trinidad, la divinidad de Cristo, la encarnación y la Cruz). Pero, ¿y si la “presencia” y la solidaridad en medio del sufrimiento, y el amor divino mostrado en el modo relacional de existencia del Dios triuno proclamara nuestra teología particular a un mundo doliente? ¿Y si la encarnación de Dios con nosotros en medio del caos, y la cruz como un lugar de sacrificio propio predicaran nuestra teología? ¿Y si la hospitalidad divina fuera una ventana a la revelación bíblica de Dios? ¿Cuán diferente sería la comprensión de un refugiado de la cruz estando del otro lado de una mesa llena de comida y amistad? ¿Qué trae una experiencia así a la vida de la iglesia?

¿Vería mejor un musulmán la Trinidad por el amor que crea antes que por complicadas explicaciones filosóficas sobre ousia y hypostases? En nuestras comunidades multiconfesionales y variadas, el crecimiento significa vidas dedicadas que llevan a la comprensión, no el contrario. El resultado no es menos verdadero, sino que está situado en el contexto de la vida, holística, y está motivado por el deseo de amar y recibir la verdad, que es muy superior a defender nuestro sistema de creencias.

Como todos somos recipientes de la hospitalidad de Dios, reflejamos su imagen cuando extendemos hospitalidad al desconocido, y Dios convierte la mesa familiar en un lugar de reconciliación. El énfasis del Antiguo Testamento en comer y beber en la presencia de Dios habla de celebrar de maneras que el ritmo acelerado de nuestras sociedades ha eliminado de nuestra experiencia espiritual. Es importante hacer que Dios el centro de todo este proceso; hablar sobre el clima o las noticias puede hacernos desperdiciar una oportunidad preciosa de conocer la historia del refugiado que está frente a ti. Una pregunta muy útil es, “cuando todo esto te estaba sucediendo, ¿viste la mano de Dios de alguna manera? ¿Sientes que quizá Dios tiene un propósito debajo de todo tu dolor?”

Cuando te visitan musulmanes, no dudes de orar antes de comer, de orar a Dios, no a Jesús, y puedes terminar diciendo “En tu nombre oramos, Amén”. También es bueno levantar tu mano ya que esto le comunica a tu prójimo que estás buscando a Dios.

Jesús pagó un alto precio por sus modales. El ejemplo de Cristo creó una tensión en el centro de su comunidad. ¿Debemos nosotros también seguir la lógica exclusivista de este mundo, o adoptar una postura acogedora como la demostrada en la cruz? Esto puede resultar en que otros cristianos nos malinterpreten.

A lo largo del resto de este capítulo buscaremos responder proveyendo una imagen de cómo se ve avanzar en dirección de la hospitalidad divina, y cómo puedes posibilitar esto en la vida de tu iglesia. Presentaremos un modelo basado en la iglesia y una historia personal para encender tu imaginación y que pronto tú mismo y tu iglesia estén escribiendo las próximas historias.

Joseph Khabbaz, MDiv, es el vicepresidente de vida espiritual y capellán de la Universidad Adventista del Sur. Anteriormente, se desempeñó como pastor de jóvenes en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Sligo en Takoma Park, Maryland. El ministerio de apoyo a los refugiados de Sligo Church ha ayudado a mantener a más de cuarenta familias y 250 personas en el estado de Maryland durante los últimos tres años.

Gabriela Phillips se desempeña como coordinadora de relaciones adventistas musulmanas para la División de América del Norte. Durante los últimos veinte años, ella y su esposo Marty, han dedicado sus vidas a construir puentes entre los adventistas y los musulmanes con el propósito de crecer en la fe salvadora. Actualmente está cursando un doctorado en estudios interculturales centrados en el desarrollo de la fe en contexto. 

Este artículo es un extracto del libro que está recientemente disponible, llamado: Multiplica. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana para todos los pastores y pastores laicos voluntarios. Para obtener el libro sin costo alguno, contacte al director ministerial, o a la secretaria de su conferencia local.

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