Mi Primera Experiencia en Revitalización de Iglesias

“Vas a ser pastor asociado de las iglesias hispanas de Arlington, Falls Church y Manassas al norte de Virginia. Aunque vas a ejercer en las tres, tu mayor responsabilidad será la Iglesia Hispana de Manassas.” Esas fueron mis órdenes de marcha de mi coordinador hispano, el Pastor Rubén Ramos, justo después de mi regreso del Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día. 

 El primer sábado, 38 personas asistieron a la iglesia. Era verano y las personas fueron muy afectuosas conmigo, sin embargo, el servicio y el ambiente en general se sintieron fríos. Prediqué el mejor sermón que había preparado, pero no escuché muchos “amenes” o palabras de afirmación. No podía decir cuál era la razón, pero algo andaba mal.

 Desafortunadamente la realidad es que muchos pastores de América del Norte, en algún momento de sus ministerios, trabajarán con una iglesia que está paralizada, declinando, o en algunos casos, muriendo. Es cierto que existen historias de crecimiento, de plantación y multiplicación de iglesias en nuestro territorio; pero también se escuchan muchas anécdotas, respaldadas con data, que tristemente revelan la fragilidad de la vida de una iglesia.     

 La duración de vida de una iglesia en América del Norte es similar a la duración de vida de los seres humanos, en algún lugar entre 80 y 100 años. Mientras reconocemos que hay iglesias que se inmovilizarán, declinarán y hasta morirán, debemos tener claro que también habrá iglesias que vivirán, prosperarán y se multiplicarán mucho más allá de su expectativa de vida. Y así como nos gusta ver a nuestros padres y abuelos tener una vida larga y llena de salud, de la misma manera queremos ver iglesias que se mantienen saludables, relevantes a la misión, y sirviendo a sus comunidades por muchos años.

Después de ese primer servicio, pedí reunirme con los cuatro ancianos de iglesia, con quienes me habían presentado por primera vez esa mañana. Les hice dos preguntas:

 P: “¿Cómo están ustedes?”

R: “Estamos cansados. La iglesia no está bien, muchos han dejado de asistir y estamos menguando. Si no hacemos algo pronto, no iremos hacia ningún lado.” – Esa fue la respuesta colectiva de mi primera pregunta.

P: “¿Qué podemos hacer para mejorar?” – Fue mi segunda pregunta.

R: “Pastor, necesitamos tener una Santa Cena. Estamos divididos; estamos desanimados. ¿Podríamos planificar un servicio de Santa Cena? 

Acordamos celebrar la Santa Cena el sábado siguiente. Como muchos miembros ya se habían ido para ese entonces, nos organizamos como equipo y delegamos las responsabilidades de contactar a los miembros de iglesia e invitarlos para la cena del Señor el sábado siguiente. Esa fue nuestra primera sesión de trabajo como equipo. Carlos Alfaro, el primer anciano de iglesia y un hombre muy humilde, se quedó conmigo luego de que terminara la reunión y con lágrimas en los ojos dijo: “Pastor José, esta es una iglesia desafiante; hemos pasado por mucho. Eres un hombre joven, pero yo estoy aquí para que trabajemos juntos.” Luego de eso, me invitó a su casa para comer un delicioso almuerzo que había preparado su esposa.

Ocho meses después, el liderazgo de la Asociación de Potomac me pidió que sirviera como pastor principal de una de sus iglesias americanas. Cuando me despidieron ese último sábado en la iglesia de Manassas, asistieron más de 120 personas. 40 almas habían bautizadas y aproximadamente 40 más fueron reclamadas durante esos 8 meses. ¿Qué había sucedido? ¡La iglesia había sido revitalizada! Simplemente no lo sabía en ese momento. Revitalización no era un asunto definido o explicado en aquellos tiempos.

Déjenme compartir rápidamente las lecciones que aprendí de mi primera experiencia de la revitalización de una iglesia: 

 1.    La Oración Funciona: En mi tercer sábado prediqué sobre la oración. Le dije a la iglesia que necesitaba que oraran por mí y conmigo. Distribuí una tarjeta y les pedí a aquellos que se comprometieran a orar intencionalmente por los próximos tres meses que la llenaran. 17 tarjetas fueron devueltas. 17 personas comprometidas comenzaron a orar. Mercedes Rodríguez, una de las ancianas de iglesia comenzó un grupo de oración.

2.    La Visita Funciona: Durante nuestra segunda reunión de ancianos, discutimos cómo los ancianos no solo existen para trabajar en la plataforma de la iglesia, sino que también son una extensión del pastor tanto en la iglesia como en la comunidad. En nuestra segunda reunión, el equipo de ancianos se convirtió en el equipo pastoral. El boletín de la iglesia del siguiente sábado incluía el equipo pastoral (pastor y ancianos) con su información de contacto. También hablamos sobre el rol de los diáconos y diaconisas, estudiamos su rol bíblico y estuvimos de acuerdo que visitar a nuestros miembros activos y no activos era vital.

En otra ocasión estudiamos el directorio de iglesia y asignamos a cada anciano el cuidado de un grupo de familias e individuos. La visita de cada una de nuestras familias y miembros comenzó de inmediato. Yo salía a visitar con un anciano distinto cada martes, miércoles y jueves (mañana y tarde). Cada anciano comprometía una tarde a la semana para visitas. Aprendimos a no hacer visitas solos, así que ellos llevaban un diácono o una diaconisa con ellos cuando no iban conmigo. Comenzamos con los miembros activos primero y una vez que terminábamos visitando a los miembros activos, visitamos a los miembros que ya no venían.

Nuestras visitas eran sencillas. Tratábamos de no quedarnos por más de 25 minutos, aunque a menudo ellos querían que nos quedáramos más tiempo y casi todos nos ofrecían comida. Durante la visita preguntábamos 1) ¿Cómo está usted y su familia?  2) ¿Cómo puede la iglesia ayudarle?  3) ¿Cómo puede la iglesia mejorar?  4) ¿Le gustaría envolverse en algún tipo de ministerio? Después de eso, leíamos un pasaje bíblico, orábamos y nos íbamos. 

Había momentos cuando organizar las visitas era desafiante debido a las agendas ocupadas de las familias de la iglesia. La mayoría tenía más de un trabajo y sus niños. Pero, aun así, ofrecíamos visitar. Muy pocos se negaban a la oferta. La mayoría de las visitas se realizaban en sus hogares entre las 5:00-9:00 p.m. con algunas excepciones cuando visitábamos por la mañana y por la tarde a miembros retirados, de mayor edad o desempleados. Algunas visitas se hicieron en el lugar de trabajo durante un receso, en un restaurante, en el hospital para los que estaban enfermos, y en la iglesia antes de un servicio.

Las visitas proveyeron la oportunidad de conocer a miembros de familia, esposos y niños que no atendían a la iglesia y hacer amistad con ellos. También creó un gran vínculo entre los ancianos y diáconos. ¡De pronto, teníamos un equipo misional unido! Cuando se regó la voz de que visitábamos y orábamos con las personas, los vecinos y la comunidad comenzaron a contactarnos para pedir que visitásemos hogares no adventistas, al igual que hospitales para hablar y orar con los enfermos. Cuando nos enterábamos de alguna necesidad, miembros en la iglesia ofrecían su ayuda y apoyo a los que carecían, y aunque no eran ricos ni tenían la capacidad de satisfacer todas las necesidades, las personas que nos rodeaban sentían el amor.

3.    Enseñando Obras: Comenzamos una serie los miércoles en la noche sobre las parábolas de Jesús y sus aplicaciones prácticas para nuestro diario vivir. Se presentó también una serie de sermones sobre la gracia los sábados basado sobre el ancla de nuestra fe, nuestras creencias, y cómo Dios nos lo dio para bendecir nuestras vidas. En la parte posterior del boletín de la iglesia, al inicio producido por mí, había una tarjeta desmontable que, entre otras cosas, incluía un espacio para sugerir temas de sermones. Presté atención a un buen número de ellas. No a todas, pero a muchas.

4.    Darle Prioridad a los Niños y Jóvenes Trabaja: Pedimos ayuda a algunos miembros que tenían el don de expandir nuestros programas juveniles y lanzaron un pequeño grupo en un hogar los viernes de noche para los jóvenes, dirigido por dos de nuestros jóvenes adultos activos: José Luis y Rosalía. Planificamos salidas con ellos los sábados de noche. El Pizza Hut local y las boleras hicieron su negocio con nosotros durante esos ocho meses. Nuestro estudio bíblico creció alrededor de 30 en asistencia. Los jóvenes y jóvenes adultos ahora participaban en los servicios de adoración. Tuvimos retos a causa de otro ministerio independiente, pero ahora nuestra iglesia estaba creciendo, nuestros miembros estaban envueltos y nuestra juventud estaba regresando, así que no hubo mucho tiempo para críticas. 

La Asociación de Potomac organizó un congreso juvenil en el Campamento de Blue Ridge al costo de $45.00 por persona. Nuestra junta de iglesia se reunió y votó pagar todo el costo para cada persona joven y sus amigos que querían ir al congreso.  Treinta y cinco fue el número de los que se inscribieron, incluyendo algunos que nunca habían ido a la iglesia. La asistencia total del evento fue de 310 y nuestra pequeña iglesia tenía 35 de esos 310. Nuestros jóvenes se sintieron especiales y muy motivados, al igual que sus líderes. Invertimos alrededor de $2,000.00 en patrocinar a nuestros jóvenes a que asistieran a ese congreso y valió la pena. Les encantó debieras haber escuchado como sus padres hablar sobre lo mucho que disfrutaban ser parte de una iglesia que amaba a sus hijos.

5.    Invitar a las Personas a Tomar la Decisión de Aceptar a Jesús y Unirse a la Iglesia Trabaja: El primer bautismo se produjo unas semanas después de mi primer sábado, cuando una pareja decidió bautizarse. Lázaro y Sandra fueron mis primeros bautismos.  Los bautizamos el miércoles de noche en el sótano de la iglesia. Es interesante ver como el bautismo de uno inspira a otros. Cuando una persona toma su decisión de aceptar a Jesús y a unirse a nuestra iglesia, nosotros los bautizamos. No esperamos para tener reuniones evangelísticas o días especiales para bautizar a las personas que tomaron sus decisiones. Cada decisión fue celebrada, tomado en serio, se le dio seguimiento y se actuó sobre ella. Durante mi ultimo mes allí, tuvimos una Semana Santa de evangelismo. Invertimos $200.00 en Office Depot copiando los volantes. Le pedimos a los miembros que trajeran a sus familias, amigos y colegas. Prediqué todas las noches sobre la semana de la pasión, la muerte y resurrección de Jesús, hice llamados todas las noches, y el último sábado, bauticé 16 personas de una vez.

Eso fue lo que hicimos. ¡Dios bendijo y la iglesia fue revitalizada!

Ahora, no soy tan ingenuo como para sugerir que esa es la bala de plata para la revitalización de la iglesia. Esto es tan solo lo que trabajó para mí en esa situación en particular. Quizás algunas de estas lecciones, si se contextualiza a su situación en específico, podría bendecir a su iglesia en su viaje hacia la revitalización. 

 Siéntase libre de compartir este blog con sus colegas y con su iglesia. Me encantaría escuchar la historia de revitalización de su iglesia.

 

El Pastor José Cortés, Jr. es director asociado de la Asociación Ministerial y dirige la obra de Evangelismo, Plantación de Iglesias, y Misión Global Adventista para la División Norte Americana de la Iglesia del Séptimo Día.

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